jueves, 25 de febrero de 2010

Schendel y la Gran Gota





En la exposición 'León Ferrari y Mira Schendel: El alfabeto enfurecido', que el Museo Reina Sofía de Madrid acoge hasta dentro de un estertor, me ha impresionado por su volatil consistencia una instalación que la artista brasileña -Schendel- presentó en una Bienal artística de milnovecientossesentayalgo. 'Ondas paradas de probabilidade', así se llama la obra, va acompañada de una cita bíblica y domina, con su carácter frágil pero turbador una de las salas de la planta 4. Una marea de hilos de nylon cuelgan desde dispositivos cuadriculares del techo al suelo. Una lluvia finísima y casi transparente que, sin embargo, recoloca el espacio, sugiere densidad donde parece habitar lo invisible e invita al espectador, que aún (¡maldita sea!) parece ser educado, a penetrar en esta fantasmagórica cortina de susurros.

Cientos, miles, millones de pelos de fibra de nylon, convertidos en espuma en el preciso instante de tocar el suelo, sujetados desde las alturas, del Cielo Inquisitor que juzga Schendel. Por un momento el alfabeto-revoltijo de la artista brasileña descansa, invisible de nuevo, por la savia pura del material celeste, cristalino como la lluvia. Y entonces el asesino necesita traspasar la barrera de lo estrictamente correcto en el museo, cargar con las palabras -éstas sí- profanas de los vigilantes seculares y penetrar en la marea. Bombardear el bloque de nylon de poderosas luces de colores, aplicar otras texturas y otras fuerzas invisibles a la gran molécula de nylon. La Santa Madre Medusa.

El asesino de palabras, con varias de ellas agrias en la punta de la lengua, entonces levantará unas manos manchadas de sangre y ofrecerá al espacio y al tiempo, formando parte de la nube cuadrada, su texto bíblico: "Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye". (Libro de los Reyes).

No soportamos mojarnos, cuando somos todo agua.
No soportamos la Gran Gota Taladro en la cabeza, cuando nosotros taladraremos la tierra.